Por R. G. Weisskirch / Staff Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
El artista italiano llegó a Mar del Plata y en un sólo día revolucionó el Festival. Estuvo en todos lados y con todos. Y habló. Dio cátedra de su ideología cinematográfica, del verdadero rol de su profesión, de la importancia de la imagen, y sobretodo, habló de la luz y la relevancia de ser un autor en su rubro.
También destacó el trabajo del director, y lo fundamental que es estar listo para hacer una película. Fiel a su propia impronta para trabajar en un set, Storaro se preparó para estar en el Festival. Demostró todo su conocimiento estilístico, de qué manera resulta imprescindible estudiar pintura, literatura, filosofía y arquitectura, para saber componer un encuadre. Aquel que buscaba encontrar a un simple técnico cinematográfico que le narre anécdotas de su trabajo con Francis Ford Coppola o Bernardo Bertolucci, se encontró con un artista de verdad.
Profundo, intelectual y reflexivo. No se le escapó una sola palabra de más. Fue una clase de cine. La experiencia y las observaciones de toda una vida de trabajo a favor del arte audiovisual. Storaro demostró ser un artista contemporáneo que no le escapa a los avances tecnológicos.
"Es imposible impedir el progreso”, dijo, "se puede acelerar o desacelerar, pero no frenar. Es fundamental mejorarlo con nuestra experiencia”. Es verdad que las expectativas de muchos eran que hablara sobre la elección de los colores en sus películas o la creación del Sistema Univisión, pero Storaro fue mucho más allá. Analizó los beneficios de la tecnología digital y el mal uso que los cineastas más jóvenes le dan hoy en día. Narró cómo hizo para crear un negativo completo de Apocalipsis Now para la versión Redux, a partir de un proceso de restauración creado en la década del 30.
Si algo quedó claro de todo el día junto a Storaro es que cada palabra cobra significado para él. Cada detalle es fundamental para construir un todo. "Si no se sabés de dónde venís, no sabés adónde vas”.
Autor de la cinematografía
"El término director de fotografía fue creado por la Asociación de Fotógrafos de los Estados Unidos. Yo no soy director de fotografía. Soy autor de la cinematografía”, aclaró Storaro.
Durante su Charla Magistral, que contó con la presencia del miembro de la ADF, Iván Gieransinchuk, en calidad de moderador, el artista detrás de la iluminación de Novecento, hizo gran énfasis en que no importa qué formato se use para filmar, cuando lo importante es la idea de cómo filmar una historia. Si no se tiene esa "idea”, no hay película.
Storaro relató como en su infancia, cuando ayudaba a su padre que era proyectorista, podía ver las imágenes en movimiento a través la cabina de proyección, y eso lo entusiasmó para dedicarse a la fotografía. "Nuestra tarea es expresarnos a través del acto visible”.
Entre sus últimos trabajos se encuentra Café Society, de Woody Allen, con quién ya terminó de hacer una segunda película consecutiva hace dos semanas, que aún no tiene título y se va a estrenar en 2017.
"A Woody Allen nadie le pide el guion antes de filmar, pero yo no puedo armar un concepto o idea si no leo el guion. Me recomendaron que no se lo solicite, pero lo hice, y él me lo dio. Le propuse trabajar en digital y aceptó. Woody no mira el monitor cuando filma, pero después de componer los primeros encuadres, le pedí que viera el material. Al otro día, solicitó verlo todo el tiempo”, explicó Storaro sobre su anteúltima experiencia. "La fotografía se compone en el set. No se puede arreglar una película en la post producción. Eso es un error entre los más jóvenes. Aunque se filme en digital, hay que ir preparado para filmar como si fuese celuloide. Yo estudié los colores y la estética de los años 30 para Café Society, aprendí la técnica digital. Hay que ir preparado siempre”.
Los colores, justamente, son una característica de su obra, y si bien, no hizo especialmente énfasis en sus favoritos a la hora de filmar, sí en cambio mencionó que lo que quiso cambiar en el cine es encontrar las diferentes capas entre la batalla que se libra entre la luz y la sombra.
Storaro le debe la mayor parte de su carrera a sus profesores, que lo llevaron a diversas partes del mundo, y a Franco Rossi que le dio una de sus primeras oportunidades en el cine con Giovinezza giovinezza en 1969. Sin embargo, sabe que su mayor devoción es hacia Bernardo Bertolucci. "No estaría en Mar del Plata si no fuese por él”. Gracias a su trabajo en Il Conformista -que aclara que fue un trabajo naturalista- comenzó a ganar fama y eso lo transportó a Apocalypse Now, su "trabajo más difícil, complejo, alejado de su tierra, pero más maravilloso”.
Sobre la película de Coppola dice, que fue la voluntad del director para llevar adelante la obra contra todas las desavenencias surgidas en el set –un tifón destruyó el decorado, Martin Sheen tuvo un infarto- lo que siempre lo entusiasmó y le dieron ganas de seguir adelante. "Me convencí de hacerla cuando Francis me explicó que no era una película sobre la Guerra de Vietnam, sino acerca de cómo una civilización se impone sobre otra”.
Durante la presentación de Apocalypse Now, narró como Coppola, en realidad, quería distribuir la película por todo el mundo sin subtítulos para que pareciese una ópera de cinco horas y media de duración. Finalmente la acortó, y en el año 2000, cuando le pidieron realizar un "director´s cut” junto al sonidista y montajista Walter Murch, le incorporaron 54 minutos más, en los que se incluyen una escena fundamental en la colonia francesa, en la que se explica justamente lo que Coppola quiso crear con la película, "pero ni él, ni el público estaban preparados para eso en 1979”.
Además de las experiencias con Coppola y Bertolucci, Storaro trabajó con Carlos Saura y Warren Beatty en más de una oportunidad. "Con Warren fue un trabajo dificultoso al principio. Es un actor y era un desafío que un estadounidense desee hacer una película -Reds- sobre otro estadounidense que estuvo presente en medio de la Revolución Rusa. Al principio no entendía qué le proponía hasta que finalmente lo comprendió. Para mí, los actores son como esculturas vivas. Se los moldea y transforma durante toda la película. Kate Winslet me dijo en medio del rodaje de la nueva de Allen: al principio tenía una imagen y al final me transformaste en otra. Los actores mediocres son aquellos que piden que los retraten ´lindos´, pero eso no es posible, porque los personajes no deben ser lindos. Todos los actores son lindos. Los buenos dejan que se los transforme”.
Hombre con una cultura admirable, respetuoso y caballeroso, elegante, formal, simpático y siempre lúcido, Vittorio Storaro no dio solamente una clase de cine o fotografía, sino una clase de cómo ser un artista integral.
© Newsline Report 2016