Esta serie es una clásica historia romántica de aventuras, que está basada en la vida del infame criminal estadounidense Billy the Kid, y muestra aspectos de su vida, desde sus humildes raíces irlandesas pasando por sus primeros días como vaquero y pistolero en el Lejano Oeste de los Estados Unidos, hasta su papel central en la guerra del Condado de Lincoln, entre otras cosas. El rodaje del primer episodio de la primera temporada estuvo a cargo de Paul Sarossy, mientras que Otto Bathurst se desempeñó como director. Asimismo, Paul Sarossy, Ronald Paul Richard, Sylvaine Dufaux y Craig Powell participaron de la dirección de fotografía.
Kueper, quien formó parte del proyecto desde la etapa inicial de preproducción, estaba muy entusiasmado por trabajar en un programa filmado en Calgary, en la provincia canadiense de Alberta. "Acepté la oportunidad de etalonar las imágenes captadas en un lugar tan precioso al instante", comentó Kueper.
Dado que ni el director de la serie ni el responsable de fotografía tenían experiencia en grabar en el Lejano Oeste, insistieron en hacer algunas pruebas de fotografía cerca del lugar de rodaje, en el poblado de Drumheller. “Pudimos desarrollar la estética y determinar el lenguaje visual del programa», continuó Kueper. «Hablamos acerca de cómo hacer que el paisaje pareciera más premonitorio. Sin importar dónde enfoque la cámara, Calgary es hermoso, y, en primavera en las afueras de la ciudad, la vegetación es frondosa y muy verde. Teníamos que hacer que pareciera más árido y polvoriento, como Nuevo México. Nos pareció que desaturar el follaje y resistirnos a esos cielos dignos de postal sería beneficioso para la ambientación que buscábamos”.
Si bien Kueper no comienza su proceso de etalonaje con una estructura nodal, su foco está en hacer las partes complejas a un lado y concentrarse en el aspecto artístico de las escenas. “Las tomas de acción son las que más tiempo demoran”, comentó Kueper. “Puedes trabajar en una escena durante una hora y pensar que has avanzado bastante, pero luego te das cuenta de que solo son unos minutos del programa. Cuando finalmente consigues imágenes satisfactorias de un lugar, es bueno seguir avanzando y volver a mirarla más adelante con los ojos frescos, para no perderse en los detalles. Yo suelo buscar ideas sobre cómo mejorar tomas y escenas que me generaron problemas. Este es el desafío de todo colorista. Para mí, cuando etalono una escena que verdaderamente me llega porque me parece que luce espectacular, es muy gratificante. Al ver cómo estás mejorando una toma, en lugar de corregirla, alimentas tu creatividad. Como coloristas, nuestro talento está limitado por las imágenes que se nos presentan. Lo que quiero decir es que esa gratificación no proviene de las dificultades, sino del arte”.
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