La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo. Netflix, la empresa de Reed Hastings, lo sabe bien. Más allá de haber desarrollado una nueva forma de mirar la televisión, un menú de películas y series que estarían a disposición de sus usuarios a través de Internet, cuando puso al aire la serie “House of Cards” en 2013, también estableció un parámetro que en adelante regiría todos los contenidos que habría de crear en el futuro: la definición visual de las series que produjesen en adelante, tendría que superar los estándares establecidos al punto de convertirse en una norma.
Blackmagic Design, una novel empresa australiana especializada en la manufactura de equipos para cine digital y que en el tiempo en que se estrenó “House of Cards” apenas tenía 12 años de haber sido fundada, ya se había ganado un nombre en la industria cinematográfica mundial cuando Netflix comenzó a producir sus propios contenidos. La coyuntura, empero, le ofreció una oportunidad de abordar un transatlántico que estaba emprendiendo su viaje inaugural.
A partir del éxito de “House of Cards”, el OTT impuso un estándar de calidad a sus contenidos originales: las casas productoras que quisieran producir una serie o una película, tendrían que hacerlo con ciertos tipos de cámaras que la compañía había previamente certificado como adecuadas para mantener sus exigencias en cuanto a la definición del video a proyectar. Cuando las producciones originales de Netflix sorprendieron al mundo amén de incrementar la cuota global de suscriptores de la compañía, una legión de cineastas y productores de todo el planeta decidió que sus contenidos tendrían que ser vistos en la plataforma de la compañía cuya sede se localiza en Los Gatos, California. Y es justo aquí donde Blackmagic Design entra en escena.
Óscar Cervantes, Director de Nuevos Proyectos de Amtec, una empresa mexicana que se especializa en desarrollar soluciones integrales aplicadas a la radio, la televisión y la cinematografía, y que además distribuye en México los productos de Blackmagic Design, detalla un poco más esta historia.
“Desde siempre México ha producido mucho contenido audiovisual. A ello hay que sumar que en la actualidad todo el mundo quiere subir sus contenidos a Netflix, algo que al principio era casi inalcanzable. Uno de los puntos que catapultaron este auge y creatividad fue la serie House of Cards, que ganó la atención del mundo por muchas cosas, entre ellas la calidad del video que utilizaban. Hoy Netflix tiene un listado de cámaras que están certificadas para poder levantar contenido, hay múltiples marcas. Nosotros promovemos Blackmagic Design, específicamente dos modelos: la Ursa Mini Pro 4.6K G2, que ostenta 15 pasos de rango dinámico, y la Pocket Cinema Camara 6K, de 13 pasos, un equipo muy reciente, con tan sólo cuatro meses en el mercado, pero de la cual ya existe contenido en las plataformas”.
Hasta aquí nada habría que objetar, excepto el hecho de porqué las cámaras de Blackmagic Design tendrían relevancia en la selección realizada por Netflix para desarrollar una producción original. Y la respuesta es muy simple: su precio. La Ursa Mini Pro 4.6K G2 tiene un costo inicial, sin accesorios, de USD 5,995, mientras que la Pocket Cinema Camara 6K puede adquirirse a partir de USD 1,295. Y se crea o no, con una cámara que ronda los USD 1,300 es posible desarrollar una producción que cumple con los parámetros de calidad de Netflix, al menos en el aspecto técnico, la historia y la narrativa, por supuesto, son otra aduana que hay que cruzar.
“No lo consideramos barato”, dice Cervantes, “lo vemos más bien desde un punto de vista de ingeniería de valor. Y nos referimos a cosas que has visto en tu vida cotidiana: hace unos años sólo unas pocas personas podían darse el lujo de tener un smartphone. Hoy, por MXN 3,000 pesos mexicanos, tú puedes tener un teléfono inteligente que te ofrece las mismas prestaciones que un iPhone”.
A decir de Cervantes, que en días recientes ofreció un seminario en la Ciudad de México dirigido a aquellas personas que desean aprender a utilizar el hardware y el software que produce Blackmagic Design, el objetivo de la compañía cuya sede se ubica en Port Melbourne, Victoria, es “democratizar la producción de contenidos”.
“Toda la tecnología de la que hace uso Blackmagic Design ya existía, no estamos inventando nada nuevo. El punto es que conseguimos quitarle a una cámara de cine o video aquellos detalles accesorios que no tienen incidencia ni demeritan su función original: grabar un contenido de calidad suprema”.
El año 2009 Blackmagic Design compró Da Vinci Systems, una empresa estadounidense especializada en cine digital que se convirtió en la favorita de Hollywood durante la década de 1980 y que el año 2004 desarrolló un programa de corrección de color y edición no lineal de video llamado DaVinci Resolve. Dicho programa, que hoy se ha convertido en una suite, también cuenta con la certificación de Netflix en el ámbito conocido como fusión, que es el motor que utiliza DaVinci Resolve para los temas efectos y animación. Y, por si no bastara, también cuenta con la certificación de Amazon Prime Video.
Cervantes cuenta que su hijo, que tiene siete años, le ha visto trabajar con cámaras y que cuando le observa jugar con sus figuras de acción, parece que está desarrollando una producción cinematográfica. “Tengo la idea de que en cinco años los niños serán capaces de realizar producciones de video por ellos mismos. El aprendizaje de la tecnología es hoy tan asequible, que pienso que serán capaces de realizar sus propias historias sin necesidad de los adultos”.
Es posible que tenga razón. Y que dentro de cinco años, en lugar de figuras de acción o autos eléctricos, los niños pidan a Santa Claus por Navidad una Pocket Cinema Camara 6K, un obsequio que no será nada barato para el hombre del traje rojo y la barba blanca. Pero, si se piensa, USD 1,295 por una cámara de video profesional con la que es posible filmar una serie que podría ser exhibida en Netflix y pasar a la posteridad, a todas luces es una ganga.
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